Katherine Mansfield, pseudónimo de Kathleen Beauchamp, fue una escritora neozelandesa. Se la considera una importante figura del modernismo literario. Nacimiento: 14 de octubre de 1888, Wellington, Nueva Zelanda, y fallecimiento el 9 de enero de 1923 en Fontainebleau, Francia.
Maestra del detalle y de capturar ‘la vida de la vida’. Destacó en el campo de la novela corta y el cuento breve, convirtiéndose en una de las figuras más representativas del género. Sus colecciones de cuentos consiguieron que Mansfield llamara la atención tanto de la crítica como del público, que pasaron a considerarla uno de los mayores talentos narrativos del momento.
Como el escritor ruso Antón Chéjov, Katherine Mansfield estaba especialmente dotada para narrar las sutilezas del género humano. Se cuenta que, también al igual que Chéjov, la tuberculosis, dolencia de la que estaba aquejada la escritora y que le ocasionó la muerte a los treinta y cuatro años, fue sin duda el origen de su particular visión del mundo, que siempre estuvo sujeta a una sensibilidad extrema. Unida sentimentalmente al famoso crítico inglés John Middleton Murry, con quien se casó en 1918, Mansfield tuvo una vida breve, en efecto, pero sus relatos como escritora son uno de los logros literarios más interesantes de la primera mitad del siglo xx. A su muerte, Murry se encargó de la publicación de su obra.
Katherine Mansfield vivió una vida breve. Tenía treinta y cuatro años, la tuberculosis acabó con ella. Había publicado tres libros: En una pensión alemana (1911), Felicidad (1920) y Fiesta en el jardín (1922), títulos a los que deben añadirse un par de cuentos largos aparecidos en pequeñas ediciones artesanales: Preludio (1917) y Je ne parle pas français (1918). Y varios otros relatos y reseñas de libros publicadas en revistas, y medio centenar de cuadernos que quedaron inéditos.
Esa obra le bastó para convertirse en una de las escritoras más importantes del siglo XX. La madre del cuento moderno. Tras la muerte de Mansfield (quien había nacido en Nueva Zelanda en 1888 y se había mudado a Londres poco antes de cumplir veinte años), sus cuadernos inéditos quedaron en posesión de su viudo, el crítico y editor inglés John Middleton Murry, quien muy pronto decidió publicarlos. Como suele ocurrir en estos casos, es imposible saber hasta dónde llegaba el anhelo por difundir y honrar la obra de la autora y dónde comenzaba el interés económico del heredero.