En Ser primavera, Sophie Reyer se sitúa como una de las poetas que con mayor fidelidad se adhiere a la tradición de los sonidos en el lenguaje, juego que surge con Anacreonte (Otra lira pulsar quise / en otro tono y nuevas cuerdas)y que en Reyer reverdece con inusitada musicalidad, melodías que insinúan de igual manera los ecos del poeta y también dramaturgo Vladimir Mayakovsky, así como las resonancias gozosas de la escuela vienesa y el hip-hop.
Ser primavera podría considerarse como un manifiesto de renovación, lo que hace de esta poesía una obra ágil, concreta, sutil; sutileza que acredita la profundidad de su decir. Su voz se ha convertido en necesaria y resulta de gran interés no sólo para los poetas de habla hispana. Los lectores europeos han señalado que su poesía tiene la agilidad de un tuit y la profundidad de un infierno.